En Estados Unidos el presidente no es elegido directamente por los votantes, sino por un organismo llamado Colegio Electoral.
Es decir, cuando los estadounidenses acuden a las urnas en las elecciones presidenciales, aunque en la boleta estén los nombres de los candidatos por cada partido -en este caso Donald Trump y Joe Biden-, en realidad están votando por los delegados de cada estado, cuyo trabajo es elegir al presidente y vicepresidente.
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El Colegio Electoral se compone de un total de 538 de esos delegados, también llamados delegados electorales o electores.
El número de delegados de cada estado se define según su población y la cantidad de representantes que tiene en la Cámara Baja más sus dos senadores. California, por ejemplo, tiene el mayor número (55), mientras que estados poco poblados como Alaska, Dakota del Norte o Wyoming tienen un mínimo de 3.
Los seis estados con más delegados y que pueden ser clave para definir la elección son California (55), Texas (38), Nueva York (29), Florida (29), Illinois (20) y Pennsylvania (20).
Cada uno de estos delegados representa un voto electoral. Para ganar la presidencia, un candidato debe obtener 270 o más de esos votos.
Cada candidato a la presidencia de EU tiene su propio grupo de delegados en cada estado según su partido, pero las leyes estatales varían en cómo son seleccionados y cuáles son sus responsabilidades.
Después de que la gente emite su voto para presidente, este pasa a un conteo estatal. En 48 estados y en el distrito de Washington DC, el ganador del voto popular consigue todos los delegados de esa entidad. Sólo Maine y Nebraska asignan a sus delegados utilizando un sistema proporcional.
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En la mayoría de los casos, es posible proyectar a un ganador la misma noche de la elección, al terminar el conteo de la votación popular. Sin embargo, la votación del Colegio Electoral, que es la que determina oficialmente al ganador, tiene lugar a mediados de diciembre cuando los delegados se reúnen en sus estados.
El Colegio Electoral fue creado en la Convención Constitucional de 1787. Fue producto de un acuerdo entre quienes querían que la presidencia se la llevase el ganador del voto popular y quienes deseaban que al mandatario lo nombrase el Congreso.
Era una época en la que EU todavía no tenía una identidad nacional definida y había mucha competencia entre los estados, se temía que la gente votara por los candidatos regionales y que los estados grandes, con poblaciones densas, dominaran la votación.
Este sistema indirecto para elegir al presidente fue el que permitió que Donald Trump llegara a la Casa Blanca en el 2016, ya que pese a que no obtuvo la mayoría del voto popular, sí alcanzó los votos electorales suficientes para ganar la elección.
A lo largo de la historia de EU, solo cinco candidatos han ganado el voto popular pero no ganaron la presidencia: Andrew Jackson (1824), Samuel J. Tilden (1876), Grover Cleveland (1888), Al Gore (2000) y Hillary Clinton (2016).