“Samuel García es el nuevo Bronco“. Así atacó Clara Luz Flores, la candidata de Morena, al que describió como el político de las ocurrencias. Fernando Larrazábal, del PAN, hizo lo propio contra el de Movimiento Ciudadano: “Si hablamos de Samuel, ese sí se vuela la barda… Con todos los proyectos que él dice que hará, ya lleva 57 mil millones de pesos”.
Como ya es costumbre en estas dinámicas electorales, la plataforma fue utilizada por los aspirantes para emprender guerrillas personales, no para presentar propuestas bien estructuradas. La cantidad de personas que se conectaron al debate vía YouTube habla por sí misma: nueve mil en un estado que tiene casi 6 millones de habitantes.
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Más de dos horas duró el primer debate de las siete personas que quieren gobernar Nuevo León. Más de dos horas de una retórica previsible. Adrián de la Garza, del PRI y el PRD, recurrió en casi todas sus intervenciones a su periodo como funcionario público: “Yo fui procurador cuando Nuevo León vivió su peor crisis de inseguridad”. Sus rivales, todos, lo denostaron. Y no dudaron en relacionarlo con el ex gobernador Rodrigo Medina, quien pisó la cárcel en 2017 por diversos casos de corrupción. De la Garza se deslindó. “Es guerra sucia en mi contra”, dijo. “Trabajé con muchos gobernadores, no sólo con uno”.
Usuarios en redes sociales expresaron su desacuerdo con que el debate sea aprovechado por los aspirantes como medio para descalificaciones personales.
“Los debates reflejan que tenemos políticos que no en pocas ocasiones no saben argumentar ni debatir. Eso se nota en su capacidad para articular ideas o, en vez de ello, lanzar ataques personales, insultos y acusaciones”, dijo a Latinus Luis Antonio Espino, analista de comunicación política y ex director adjunto de discursos de la Presidencia de la República. “El formato oficial convierte a los debates en un deporte de exhibición en el que se dicen pequeños monólogos, con baja o nula confrontación de ideas. Son un ejercicio pensado en torno a los partidos y sus candidatos, quienes pretextando equidad en la contienda exigen formatos con el mismo tiempo para todos, lo que mata la posibilidad de presentar argumentos elaborados”.
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Samuel García tampoco se salió de su molde. Acusó a todos de formar parte de “la vieja política” y se autodenominó como “la sangre nueva” que necesita el estado. Un discurso muy parecido al que utilizó el actual gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, quien durante su campaña también aseguró que era un candidato fuera de lo convencional, más cercano al pueblo que la clase política.
García insistió en que es el candidato que va arriba en las encuestas, hasta “18 puntos arriba” del segundo lugar. Y con la misma sonrisa que le ha hecho ganar millones de seguidores en sus redes sociales, aseguró que, junto con Luis Donaldo Colosio Riojas \u2014su compañero de partido y candidato a la presidencia municipal de Monterrey\u2014 formará una avanzada administrativa que hará realidad los planes que “ni tres gobiernos seguidos han sacado adelante”.
Sus contendientes le respondieron de inmediato. “Samuel es el nuevo Bronco: es el candidato de las ocurrencias”, sentenció Clara Luz. “Nuevo León no merece candidatos relacionados con el crimen organizado”, sostuvo. Días antes, García había sido señalado por supuestos vínculos de su familia con los cárteles del narcotráfico.
El de Movimiento Ciudadano no se quedó de brazos cruzados y se fue directo a la yugular: “A Clara Luz le hacen falta cursos, pero de finanzas”, en alusión a los talleres que tomó la candidata de la coalición Morena-PVEM-PT con Keith Raniere, líder de la secta NXIVM y condenado a 120 años de cárcel por delitos de tráfico sexual.
De propuestas reales y sólidas se habló poco, casi nada. Todos hablaron sobre la necesidad de bajar los índices de inseguridad, pero nadie se animó a mencionar por su nombre a algún cártel del crimen organizado pese a que el moderador les preguntó directamente si tenían conocimiento de qué grupos delictivos tenían presencia en Nuevo León.
Larrazábal aprovechó el bloque temático de seguridad para lanzarse nuevamente contra el ex gobernador, Rodrigo Medina. “A él sí voy a buscar meterlo a la cárcel”, aseguró. “Porque saqueó nuestro estado”.
“Los debates son más espectáculos televisivos que arenas de deliberación democrática profunda. En la televisión se comunica menos con lo que se dice y más con cómo se dice”, sostiene Espino. “No todos los candidatos tienen habilidad para verse naturales ante las cámaras y el resultado es un acartonamiento que aleja a las audiencias”.
Sólo Emilio Jaques Rivera, candidato de Fuerza por México, reconoció que el debate estaba siendo utilizado como plataforma de críticas personales. “Nuestra deuda es de más de 90 mil millones de pesos. Y aquí sólo escuchamos propuestas irreales, no alcanzables. Me desgarra el corazón ver tanta pelea, tanta guerra sucia. Los ciudadanos están esperando propuestas constructivas… no hay empleo, no hay seguridad, no hay medicinas”, sostuvo.
Carolina Garza, la aspirante del Partido Encuentro Social (PES) y bien conocida por sus posturas conservadoras, no tuvo empacho en asegurar que su gobierno jamás apoyará el aborto seguro y no mencionó nada sobre su cercanía a los Legionarios de Cristo, la congregación religiosa fundada por Marcial Maciel acusada de cometer abusos sexuales contra cientos de menores de edad.
“Si no protegemos el derecho desde la concepción, si no se protege la vida de los no nacidos, ningún derecho tiene sentido. Yo siempre vetaría las leyes que favorezcan el aborto”, afirmó.
Eso sí, todos tuvieron un enemigo común: Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, a quien tildaron de incompetente. “Hemos tenido seis años de ocurrencias”, acusó De la Garza.