En 1924 André Breton definió el surrealismo como "el pensamiento en ausencia de cualquier control ejercido por la razón al margen de toda preocupación estética o moral"; es decir, un pensamiento sin razón lógica, y México tiene sitios a lo largo de su territorio que se convierten en ejemplos.
Aquí te daremos cinco opciones de destinos que prueban que la naturaleza puede ser una muestra tangible del surrealismo, lugares que parecieran salidos de una obra de arte y que su rareza abre un complejo diálogo con sus visitantes.
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Xilitla
El primer ejemplo pareciera salido de un cuento de hadas, Xilitla. Este pueblo mágico resguarda las tradiciones de los pueblos nahuas y teenek en San Luis Potosí, pero también protege el legado del poeta inglés Edward James, el Jardín Escultórico, que fue construido en los años 70 como una representación del Jardín del Edén.
Laguna rosa
En Yucatán existe una laguna conocida como La Playa Rosa, ya que el agua tiene una concentración muy alta de sal y en la profundidad viven millones de microorganismos que dan ese aspecto rosa a la superficie. Debido a esa cualidad no es un sitio para nadar, pero los amaneceres y atardeceres parecerán salidos de una película de ciencia ficción. El sitio se encuentra en el municipio de Río Lagartos.
Bioluminiscencia
Al caer la noche, el agua de la laguna de Manialtepec, en Oaxaca, brinda un espectáculo surrealista, con el más leve movimiento brilla con un color azul intenso. Conocido como el "lugar de los lagartos" este sitio es hogar de millones de microorganismos dinoflagelados, una especie de fitoplancton que proviene del mar y se reproduce en estas aguas y produce la luminiscencia. La mejor temporada para apreciar la luz es de mayo a noviembre.
Paquimé
La mayoría de los sitios arqueológicos prehispánicos de México son similares porque tienen grandes o medianas pirámides, plazas abiertas y esculturas talladas en piedra, pero Paquimé, en Chihuahua, es muy diferente, los arqueólogos consideran que esta zona controlaba los sistemas de irrigación y la producción agrícola, por lo que a lo lejos pareciera un laberinto de muros altos. La luz del sol lleva el sitio a distintas tonalidades de dorado.
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Iglesia enterrada
En 1943 el volcán Paricutín, en Michoacán, hizo erupción y arrasó con dos pequeños poblados cercanos, la fuerza de la explosión cubrió con lava y ceniza las plazas y solamente la iglesia de San Juan Parangaricutiro, construida en el siglo XVIII quedó en pie. Su torre izquierda, sus muros posteriores y el altar resistieron estoicamente la furia del volcán y ahora ese territorio es uno de lo más emblemáticos y prueba de la existencia del volcán más joven del mundo.