AP.- Cuando el reloj marque las 6:00 de la tarde de este 7 de marzo, un hombre de Carolina del Sur, Estados Unidos, entrará en la cámara de la muerte, será atado a una silla y le colocarán un blanco en el pecho. Es posible que pronuncie sus últimas palabras antes de que le coloquen una capucha sobre la cabeza, le quiten la cortina que lo protege de los espectadores y tres voluntarios armados con rifles disparen simultáneamente balas diseñadas para destrozarse al impactar contra su cuerpo.

A menos que el gobernador o la Corte Suprema de Estados Unidos le concedan un indulto de último momento, Brad Sigmon, de 67 años, será la primera persona en morir fusilada en Estados Unidos desde 2010, y apenas la cuarta desde que se reanudó la pena de muerte en el país hace 49 años.

Sigmon, quien admitió haber asesinado a los padres de su exnovia con un bate de béisbol después de que ella se negó a regresar con él, dijo que eligió morir a balazos porque consideró que las otras opciones que ofrecía el estado eran peores.

Sus abogados dijeron que no quería elegir la silla eléctrica, que lo “cocinaría vivo”, ni una inyección letal, cuyos detalles se mantienen en secreto en Carolina del Sur. También temía que una inyección de pentobarbital en las venas enviara una avalancha de líquido a sus pulmones y lo ahogara. El jueves, Sigmon pidió a la Corte Suprema de Estados Unidos que retrasara su ejecución porque el estado no divulga suficiente información sobre el fármaco utilizado en la inyección letal.

El pelotón de fusilamiento tiene una historia larga y violenta

La única opción que le quedaba al condenado a muerte era el fusilamiento, un método de ejecución con una larga y violenta historia en Estados Unidos y en todo el mundo. La muerte a balazos se ha utilizado para castigar motines y deserciones en los ejércitos, como justicia fronteriza en el Viejo Oeste estadounidense y como herramienta de terror y represión política en la exUnión Soviética y la Alemania nazi.

Sin embargo, en los últimos años algunos defensores de la pena de muerte han empezado a considerar al pelotón de fusilamiento como una opción más humana: si la puntería de los tiradores es certera, la muerte es casi instantánea, mientras que las inyecciones letales requieren una vía intravenosa. La electrocución parece quemar y desfigurar, y se ha visto a los reclusos retorcerse y forcejear cuando se utiliza el último método, el gas nitrógeno, para asfixiarlos a medida que se les introduce a través de una máscara.

Ronnie Gardner fue el último prisionero ejecutado por un pelotón de fusilamiento, en Utah en 2010. Su hermano no está de acuerdo con que el método sea más humano.

"Esto será horrible y bárbaro", dijo Randy Gardner. Dijo que no presenció la muerte de su hermano, pero que lleva las fotos de su autopsia en un sobre. Sacó varias para mostrárselas a un periodista de Associated Press que presenciará la ejecución este viernes.

"Con la munición que están usando aquí (en la ejecución de Sigmon) va a ser mucho peor", dijo Gardner.

Dentro de la cámara de ejecución

La cámara dentro de la cual morirá Sigmon está a pocos pasos del corredor de la muerte de Carolina del Sur, donde el prisionero ha vivido durante los últimos 23 años.

Cuando se abra el telón el viernes por la noche, el abogado de Sigmon, los familiares de las víctimas y tres miembros de los medios de comunicación observarán desde detrás de un cristal recientemente mejorado para ser resistente a las balas.

Los tiradores estarán a 4 metros y medio de distancia: la distancia desde el tablero hasta la línea de tiros libres en una cancha de baloncesto.

Momentos después de colocar la capucha sobre la cabeza de Brad Sigmon, tres voluntarios entrenados dispararán al mismo tiempo.

Cada uno de ellos estará armado con munición Winchester TAP Urban de calibre .308 y 110 granos, que suelen utilizar los tiradores de la policía. La bala está diseñada para romperse al impactar con algo duro, como los huesos del pecho de un recluso, y lanzar fragmentos destinados a destruir el corazón y causar la muerte casi de inmediato.

Poco tiempo después, un médico confirmará que Sigmon está muerto. El proceso tardará como máximo cinco minutos, una cuarta parte del tiempo necesario para una inyección letal.

¿Por qué Carolina del Sur tiene un pelotón de fusilamiento?

Carolina del Sur recurrió al pelotón de fusilamiento en su lucha por encontrar métodos alternativos para ejecutar a los presos condenados. A principios de esta década, el suministro de fármacos para la inyección letal del estado se había agotado y ninguna empresa vendía más, salvo de forma anónima, lo que no estaba permitido en ese momento. Los jueces no fijaban fechas de ejecución si la silla eléctrica era el único método. Pasaron trece años entre ejecuciones y los casos de presos condenados a muerte comenzaron a acumularse.

Un legislador demócrata de Carolina del Sur sugirió que se utilizara un pelotón de fusilamiento si el estado iba a mantener la pena capital. Los partidarios citaron a la jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos Sonia Sotomayor, quien escribió en un voto disidente de 2017 que “además de ser casi instantánea, la muerte por disparos también puede ser comparativamente indolora”.

Sigmon ya había estado cerca de la muerte en el pasado. Se le habían fijado fechas de ejecución en tres ocasiones, pero cada vez fue porque el estado no tenía fármacos para la inyección letal y los jueces suspendieron su sentencia de muerte porque no podía elegir ese método.

¿Qué crimen cometió Sigmon?

Sigmon golpeó hasta la muerte a los padres de su exnovia con un bate de béisbol porque estaba enojado porque lo habían desalojado de una casa rodante de su propiedad. Estaban en habitaciones separadas de su casa en el condado de Greenville y Brad Sigmon los atacó de un lado a otro hasta que los mató, dijeron los investigadores.

Sigmon secuestró a su exnovia a punta de pistola, pero ella escapó de su auto. Sigmon le disparó mientras ella corría, pero falló, dijeron los fiscales.

“Mi intención era matarla y luego matarme a mí mismo”, dijo Sigmon en una confesión escrita a máquina por un detective después de su arresto. “Esa fue mi intención desde el principio. Si no podía tenerla, no iba a dejar que nadie más la tuviera. Y sabía que había llegado el momento en que no podía tenerla”.

Última oportunidad para vivir

Si la Corte Suprema de Estados Unidos no interviene, Sigmon tiene una última oportunidad de sobrevivir: sus abogados pidieron al gobernador republicano Henry McMaster que conmutara su sentencia de muerte por cadena perpetua. Dijeron que Sigmon es un prisionero modelo en el que confían los guardias y que trabaja todos los días para expiar los asesinatos que cometió después de sucumbir a una enfermedad mental grave.

Sigmon compartirá su última comida con algunos compañeros de prisión condenados a muerte y planea regalar el dinero de sus cuentas de economato, dijeron sus partidarios.

El director de la prisión se comunicará con McMaster y la Fiscalía General de Carolina del Sur justo antes de que comience la ejecución. Si los abogados informan que no hay apelaciones pendientes y el gobernador se niega a conceder el indulto, Sigmon será llevado a la cámara de ejecución.

Ningún gobernador de Carolina del Sur ha concedido clemencia a un preso programado para ser ejecutado desde que se restableció la pena de muerte en 1976. Desde entonces, 46 hombres han sido ejecutados en el estado.

La Corte Suprema del estado ha estado emitiendo sentencias de muerte cada cinco semanas. Otros dos reclusos están actualmente fuera de apelación; también podrán elegir entre la inyección letal, el pelotón de fusilamiento o la silla eléctrica.