EFE.- Latinoamérica y el Caribe es una región “crucial para la seguridad alimentaria mundial”, pues ya produce alimentos para mil 300 millones de personas y, en las próximas décadas, debe ser capaz de mantener a otros 300 millones, asegura en entrevista con EFE el director general de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Qu Dongyu.
“El reto de sus sistemas agroalimentarios es estar a la altura de ese desafío, mientras se adaptan y se vuelven más resilientes al impacto de la crisis climática, reduciendo significativamente su huella ambiental y avanzando en la inclusión social y en reducir las desigualdades”, explica Qu en vísperas de la Conferencia Regional de la FAO que reunirá en Quito a delegaciones de 33 países del 28 de marzo al 2 de abril.
PREGUNTA: La Conferencia Regional de la FAO llega en un momento difícil para una región asolada por la pandemia. Y ahora se suma la guerra en Ucrania. ¿Cuál es su situación real?
RESPUESTA: La región de América Latina y el Caribe afronta un momento muy complicado que requiere decisiones importantes. La recuperación económica tras la pandemia es más débil de lo esperado. De una población de 650 millones en 2020, 267 millones de personas estaban en situación de inseguridad alimentaria, un aumento de 60 millones en sólo un año. Casi 60 millones viven con hambre crónica. La mitad de la población rural vive en la pobreza y una cuarta parte, en la pobreza extrema.
Las consecuencias de la crisis en Ucrania en términos de suministros e insumos alimentarios mundiales, así como de los precios de los alimentos, se están sintiendo en todos los países. Además, muchos países de la región se encuentran entre los más vulnerables a la crisis climática, donde se ha convertido en algo “normal” que cada año haya países que se enfrenten a sequías, inundaciones o graves huracanes. El Corredor Seco Centroamericano y los países del Caribe Andino son los más expuestos a los impactos del cambio climático.
Sin embargo, la región es crucial para la seguridad alimentaria mundial. Ya produce suficientes alimentos (en términos calóricos) para unas mil 300 millones de personas. Es decir, una de cada seis personas en el mundo. Para mantener su contribución a la seguridad alimentaria del planeta, en los próximos 28 años la región debe ser capaz de mantener a 300 millones de personas más. Es una gran responsabilidad para los aproximadamente 22 millones de agricultores y pescadores, la gran mayoría de ellos pequeños y medianos productores familiares.
El reto de sus sistemas agroalimentarios es estar a la altura de ese desafío, mientras se adaptan y se vuelven más resilientes al impacto de la crisis climática, reduciendo significativamente su huella ambiental y avanzando en la inclusión social y en reducir las desigualdades.
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El Marco Estratégico 2022-31 de la FAO ofrece una hoja de ruta para abordar este desafío, pero necesitamos arraigarlo, localizarlo a las condiciones particulares de América Latina y el Caribe.
P: ¿Qué pueden hacer la FAO, los gobiernos y el sector agroalimentario para salir de una crisis creciente?
R: El camino a seguir pasa por la transformación a sistemas agroalimentarios más eficientes, más inclusivos, más resilientes y más sostenibles, para una mejor producción, nutrición, medioambiente y una vida mejor para todos, sin dejar a nadie atrás.
Por supuesto, esta transformación debe hacerse de acuerdo con las condiciones y prioridades locales. Y requiere el compromiso colectivo de todos los actores del sistema agroalimentario.
Las políticas y acciones a corto plazo para afrontar las actuales dificultades económicas, sociales, medioambientales y y geopolíticas deben tener en cuenta en qué medida facilitan o dificultan la transformación a largo plazo de los sistemas agroalimentarios. Desgraciadamente, ésta no será la última crisis y no podemos escapar de esta trampa mirando sólo a corto plazo. La región, como el resto del mundo, necesita definir una nueva vía de desarrollo para sus sistemas agroalimentarios.
P: Los sistemas agroalimentarios emplean a decenas de millones de personas y representan hasta el 35% del PIB de los países de la región. ¿Cómo pueden fortalecerse y optimizarse en el contexto actual?
R: La clave de la transformación de los sistemas agroalimentarios es la innovación: científica y tecnológica, y la digitalización, por supuesto. Pero también la institucional, así como en los sistemas de gobernanza.
Por ejemplo, para hacer frente a la persistente escasez de agua en muchos países de América Latina y el Caribe, todas las partes interesadas tendrán que unirse en una estrategia a corto y largo plazo junto a compromisos firmes, para adaptar sus sistemas agroalimentarios. ¡Esto es innovación en la gobernanza! Además, tendrán que diseñar nuevas normas legales para regular el acceso y el uso del agua: eso es innovación institucional. Y, por último, deberán emprender importantes innovaciones tecnológicas para mejorar la eficiencia del uso del agua en la agricultura, para restaurar y proteger los suelos, que son depósitos vitales de agua, y para gestionar las cuencas hidrográficas de forma más sostenible.
Por lo tanto, la innovación integral es la clave. Con base científica, por supuesto, pero también con conocimientos ancestrales e indígenas, que son una reserva de soluciones sabias que no hemos aprovechado lo suficiente.
P: ¿Cuáles son las prioridades para garantizar la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe? ¿Y para superar la pobreza del 45% de sus habitantes rurales?
R: En la Conferencia Regional, los países miembros nos dirán cuáles son las prioridades regionales, en el contexto del Marco Estratégico de la FAO 2022-31 aprobado por los miembros de la FAO el año pasado.
Creemos que los sistemas agroalimentarios sostenibles que proporcionan dietas saludables para todos; las sociedades rurales prósperas e inclusivas; y la agricultura sostenible y resiliente deben considerarse prioridades regionales clave. En cada una de ellas, proponemos equilibrar eficazmente las respuestas a corto plazo a los impactos de la pandemia, y otras crisis en curso, como el aumento de los precios de los alimentos y los fertilizantes, con objetivos a más largo plazo para fomentar la transformación del sistema agroalimentario.
Recordemos que no hace mucho tiempo, América Latina y el Caribe logró importantes avances en la reducción del hambre, la pobreza y la desigualdad, al tiempo que experimentó una gran expansión de la producción de alimentos y de la productividad agrícola. La región puede recuperar este rumbo y este ritmo. Y, esta vez, tendrá que dar también una mayor consideración a la dimensión medioambiental. El desarrollo sostenible, al fin y al cabo, tiene tres patas: la económica, la social y la medioambiental.
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P: En este contexto de guerra, ¿hay espacio para adaptar los sistemas agroalimentarios al cambio climático?
R: Como he dicho, no sólo hay espacio para hacerlo, sino que es la única manera de garantizar que los sistemas agroalimentarios de la región puedan seguir funcionando bien en el futuro. De lo contrario, sólo estaríamos parcheando los problemas actuales, y no estaríamos preparados para futuras crisis.
P: ¿Qué espera de la conferencia regional? ¿Cree que puede ser un punto de inflexión para que esta parte del mundo inicie su recuperación?
R: Mi principal expectativa es que los 33 países miembros asuman plenamente el Marco Estratégico de la FAO 2022-31. No se trata de un mero documento, sino de un camino hacia el futuro de los sistemas agroalimentarios. Pero ese camino, diseñado y aprobado a nivel mundial, debe ahora adaptarse localmente. Necesitamos una estrategia que tenga raíces profundas en el suelo fértil de América Latina y el Caribe.
En Quito, los ministros presentarán innovaciones clave que ya guían a la región a una mejor producción, nutrición, medio ambiente y una vida mejor para todos. Esas innovaciones son el tipo de raíces que la FAO se esfuerza en profundizar y ampliar. Esperamos un fuerte consenso multilateral para avanzar rápidamente en esa dirección.