Reuters.- El nuevo presidente de Guatemala, el reformista Bernardo Arévalo, asumió el cargo el lunes después de un tortuoso retraso que subrayó la ardua lucha que enfrenta para cumplir con las altas expectativas y llevar adelante una amplia agenda anticorrupción en el Congreso, controlado por la oposición.
Arévalo, el líder más liberal del país centroamericano en décadas, logró una amplia victoria en agosto prometiendo tomar medidas enérgicas contra la corrupción y proteger una democracia que ha estado bajo ataque.
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Pero en una señal de las batallas venideras, los adversarios de Arévalo en el Congreso retrasaron nueve horas su juramentación el domingo, lo que indica que es poco probable que los esfuerzos en marcha desde su elección para socavar su autoridad cesen pronto.
Ahora, el advenedizo partido Semilla de Arévalo, que tiene sólo 23 legisladores de los 160 posibles, debe negociar acuerdos con diputados conservadores que pasaron meses trabajando con fiscales para tratar de frustrar su llegada al poder.
“Dada la oposición institucionalizada al nuevo presidente y los limitados recursos financieros del gobierno, tiene mucho trabajo por delante”, dijo Donald J. Planty, exembajador de Estados Unidos en Guatemala.
Arévalo ha dicho que planea seguir políticas moderadas y centristas, señaló Planty, pero aún está por verse si será aceptado por los conservadores que sospechan de la izquierda política debido a la historia de grupos insurgentes de izquierda en Guatemala.
Los desafíos de Arévalo
La inesperada victoria electoral de Arévalo fue vista como un momento decisivo para Guatemala, donde el sociólogo y diplomático de carrera de 65 años se ha presentado como líder de un movimiento progresista empeñado en remodelar un panorama político dominado durante mucho tiempo por los conservadores.
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En un discurso pronunciado en las primeras horas del lunes, Arévalo prometió que no dejaría atrás a los pueblos indígenas de Guatemala y dijo que “no habría más discriminación, no más racismo”. Más del 40% de los guatemaltecos son indígenas, principalmente mayas.
Los indígenas de Guatemala históricamente han sufrido discriminación y pobreza, y el 80% de sus niños enfrenta un acceso inadecuado a alimentos nutritivos, según estudios de la ONU.
Pero los desafíos que enfrenta Arévalo son mayores: desde el aumento del costo de vida hasta la violencia de las pandillas, ambos factores clave de la migración a Estados Unidos.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, felicitó a Arévalo por su toma de posesión en remplazo de Alejandro Giammattei, cuya administración se vio sacudida por escándalos de corrupción.
Biden prometió trabajar con Guatemala para promover los derechos humanos, mejorar la seguridad, combatir la corrupción, abordar las causas fundamentales de la migración y ampliar las oportunidades económicas para las personas en las Américas y el resto del mundo, dijo la Casa Blanca.
Arévalo también enfrenta una batalla por el control de instituciones que han estado firmemente en manos de adversarios conservadores.
La semana pasada dijo que quería ver la renuncia de la fiscal general del país \u2014aliada de Giammattei\u2014 que había tomado medidas para obstaculizar su acceso en varios frentes, incluido el intento de suspender a Semilla y anular las elecciones.
Arévalo recibió un impulso el domingo cuando Samuel Pérez, de Semilla, fue elegido presidente del Congreso, una medida que algunos vieron como un dividendo de la presión estadounidense después de que el año pasado Washington impusiera restricciones de visa a 100 legisladores salientes por “socavar la democracia y el estado de derecho”.
“Fue increíble cómo afectó a los legisladores cuando les revocaron las visas”, dijo Mario Taracena, exlegislador del partido de centro-izquierda UNE. “Entonces los nuevos (legisladores) temieron mucho que les quitaran las visas”.
Tras ganar la presidencia, Arévalo ha insistido en que expandirá las relaciones con China, lo que -aunque él niega-, supondría un cambio de política del país centroamericano que mantiene lazos con Taiwán.
La movida, estiman expertos, podría enfurecer a su mayor socio comercial, Estados Unidos, un aliado de la isla gobernada democráticamente.