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Médicos familiares en México pasan desapercibidos en la primera línea contra la Covid; buscan ser considerados para la vacunación
Lunes 23 de Diciembre de 2024

Médicos familiares en México pasan desapercibidos en la primera línea contra la Covid; buscan ser considerados para la vacunación

Foto: AP
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AP.- El doctor Rafael Galindo comenzó a atender consultas en Iztapalapa, la alcaldía más poblada de Ciudad de México, hace 40 años cuando las calles ni siquiera estaban pavimentadas. Ahora, es uno de los médicos más populares de su colonia por ayudar en la recuperación de muchos enfermos de coronavirus.

Galindo es uno de los más de 270 mil médicos familiares que hay en México y que han pasado desapercibidos durante la pandemia pese a que suelen ser el primer contacto de los infectados, los que les dan las primeras recomendaciones y pueden prevenir hospitalizaciones y muertes.

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Este profesional de 66 años de edad no vigila intubados, ni va enfundado en plástico de pies a cabeza. Pasea por los mercados con un cubrebocas, un maletín y un oxímetro colgado al cuello mientras los vecinos lo saludan.

"Me dieron referencia con él varias personas que vinieron y tuvieron muy buenos resultados", asegura Marta Alarcón. Por eso se animó a llevar ahí a su hermano.

Su pequeño consultorio, en una calle comercial, es uno de los más recomendados en una alcaldía de 1.8 millones de habitantes, marcada por la violencia y las drogas. También es la alcaldía con más infectados en la Ciudad de México, que ya suma más de medio millón de casos. Iztapalapa ha tenido más de 76 mil contagiados y 4 mil 500 muertes por Covid-19.

Esas son las cifras confirmadas, aunque en realidad podrían ser mayores, según los expertos.

México vive su peor momento de la pandemia. Se acerca con rapidez a los dos millones de infectados, muchos hospitales están desbordados, escasea el oxígeno, la población abarrota las calles y la vacunación sólo se inició de manera muy incipiente entre sólo una fracción del total de profesionales de salud en el país, porque faltan vacunas, aunque millones de dosis están teóricamente por llegar.

Este fin de semana, el gobierno de la Ciudad de México dio a conocer las últimas cifras de exceso de mortalidad que muestran un número récord de decesos relacionados con los fallecimientos por coronavirus en enero, una media de 369 diarias.

En total, desde que comenzó la pandemia, más de 41 mil personas han muerto en la Ciudad de México por Covid-19 o por sospecha del virus frente a las poco más de 23 mil 700 que forman parte de las estadísticas del gobierno federal, que sólo considera los decesos confirmados.

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Galindo no duda que los dos primeros pacientes contagiados que atendió fue en marzo.

"Habían asistido a una fiesta y todos se enfermaron", recuerda. Llegaron con neumonía en un momento en el que apenas se vislumbraba el alcance de la enfermedad que, en los meses siguientes, empezaría a cobrarse miles de muertos en los cinco continentes. Los dos pacientes fallecieron.

Poco a poco fue adoptando los tratamientos recomendados por los científicos, a los que añadía consejos aprendidos según iba tratando nuevos casos: tomar té con aspirinas y limón o que no se bañaran durante unos días, porque muchas veces los baños están en lugares exteriores y podían enfriarse.

Ante el desabasto de oxígeno, que ha sido particularmente duro en esta zona de la ciudad, y la falta de dinero, Galindo defiende las adaptaciones que muchas personas han hecho de compresores de pecera o nebulizadores como alternativa para oxigenarse y respirar un poco mejor.

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Y cada vez insiste más en la utilidad de que a los primeros síntomas sus pacientes se hagan la prueba de Covid-19. Sin embargo, sabe que no todos lo escuchan por la falta de recursos o la saturación de los lugares donde las realizan de forma gratuita. El propio Galindo no siguió su recomendación cuando se enfermó, según dice, porque tuvo síntomas leves y optó por aislarse por completo.

Ahora confía en que pronto le llegue el turno para vacunarse. Su familia teme por su salud aunque él dice sentirse bien y satisfecho con lo que hace.

"Soy un joven, tengo 66 años", bromea. "La gente necesita quién los ayude".