Mientras en México discutimos los grandes retos que traerá la elección por voto popular derivada de la reciente reforma a la Constitución —tales como la experiencia de quienes contenderán en el proceso electoral judicial y la evaluación de sus capacidades éticas, profesionales y académicas, traducidas en la aplicación del conocimiento a situaciones reales y concretas— sería oportuno reflexionar sobre otro aspecto poco explorado en nuestro país, pero que ya se está debatiendo en otras partes del mundo. Me refiero a la inteligencia artificial, específicamente a su aplicación en el ámbito de la impartición de justicia: algo denominado justicia artificial.
¿Te imaginas si, en lugar de tener que decidir entre lo que, a decir de algunas personas, representaría tener en tus manos 25 boletas con 4 mil 182 candidatos, de los cuales habrías de elegir 648 nombres, fuera un algoritmo el que decidiera la forma y fondo de la controversia planteada? Por sorprendente que pueda parecer el planteamiento inicial, ya existen países en los que se está trabajando en la posibilidad de establecer modelos de justicia artificial. Esta realidad nos invita a reflexionar sobre cómo la inteligencia artificial puede integrarse en nuestro sistema judicial y cuáles serían las implicaciones de tal integración.
Para ilustrar esta realidad, es importante analizar cómo otros países han integrado la inteligencia artificial en sus sistemas judiciales. Estonia, por ejemplo, ha sido pionera en este ámbito al desarrollar un proyecto piloto que busca implementar un "juez robot" para resolver disputas de reclamos menores, hasta por 7 mil euros. En este sistema, las partes involucradas cargan documentos y evidencia relevante en una plataforma en línea, y la IA analiza la información para emitir una decisión. Si alguna de las partes no está satisfecha con el veredicto, tiene el derecho de apelar ante un juez humano. Esto agiliza los procesos judiciales y reduce la carga de trabajo de los jueces, permitiendo una administración de justicia más eficiente. Además, esta iniciativa ha generado debates sobre la ética y la fiabilidad de delegar decisiones judiciales a máquinas, lo que es un punto crucial en la discusión sobre la justicia artificial.
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Por otro lado, China se encuentra desarrollando tribunales inteligentes que utilizan IA para manejar casos menores y disputas civiles. Están desarrollando jueces virtuales que, asistidos por inteligencia artificial, guiarán a las partes a través del proceso legal. Estos sistemas pueden demostrar ser eficaces en términos de eficiencia y reducción de costos, permitiendo que los procesos judiciales sean más accesibles y rápidos. Sin embargo, también han surgido preocupaciones sobre la transparencia y el control estatal, especialmente en un país donde el sistema judicial está fuertemente influenciado por el gobierno.
En Estados Unidos, herramientas como COMPAS (Correctional Offender Management Profiling for Alternative Sanctions) se utilizan para evaluar el riesgo de reincidencia y fuga de los acusados. Aunque estas herramientas han generado controversia por posibles sesgos en sus algoritmos, influyen en decisiones judiciales relacionadas con fianzas, sentencias y libertades condicionales. El caso de COMPAS es especialmente relevante porque pone de manifiesto los riesgos de la inteligencia artificial cuando se basa en datos históricos que pueden contener sesgos raciales o socioeconómicos. Esto ha llevado a debates intensos sobre la necesidad de transparencia en los algoritmos y la importancia de supervisión humana en las decisiones asistidas por IA.
Asimismo, en Canadá, se ha utilizado una herramienta llamada Smartsettle ONE para resolver disputas legales. Este sistema emplea algoritmos que aprenden las tácticas de negociación y prioridades de las partes, ayudándolas a llegar a un acuerdo. En un caso particular, permitió resolver una disputa en menos de una hora, demostrando la eficiencia de la IA en la mediación. Este tipo de herramientas es especialmente útil en disputas donde las relaciones personales no son un factor crucial y las cuestiones son cuantificables. Sin embargo, también plantea preguntas sobre cómo la inteligencia artificial puede afectar la profesión legal y qué habilidades deberán desarrollar los profesionales para adaptarse a este nuevo entorno.
Estos ejemplos nos muestran que la justicia artificial no es un concepto futurista, sino una realidad en evolución que plantea importantes preguntas. En este sentido, la implementación de la justicia artificial podría abordar algunos de los desafíos actuales del sistema judicial mexicano. Por ejemplo, la inteligencia artificial puede procesar grandes cantidades de información en poco tiempo, agilizando la resolución de casos y reduciendo la acumulación de expedientes, lo cual sería especialmente beneficioso en México, donde la sobrecarga de casos es un problema persistente. Además, sistemas en línea permitirían que personas en zonas alejadas o con limitaciones de movilidad accedan a servicios judiciales sin necesidad de desplazarse, mejorando el acceso a la justicia en áreas rurales y comunidades marginadas.
Un algoritmo bien diseñado puede aplicar la ley de manera uniforme, reduciendo la variabilidad que a veces se observa entre diferentes jueces y contribuyendo a una mayor equidad y predictibilidad en las decisiones judiciales. La automatización de procesos también podría disminuir los costos operativos del sistema judicial, permitiendo que los recursos se destinen a áreas más críticas. Sin embargo, es crucial abordar los desafíos que presenta la introducción de la justicia artificial.
La resistencia al cambio tecnológico es otro factor a considerar. Muchos profesionales del derecho podrían ver con escepticismo o temor la introducción de inteligencia artificial en sus prácticas diarias. Es necesario promover la capacitación y sensibilización sobre los beneficios y limitaciones de la IA en la justicia, para que los abogados y jueces puedan adaptarse a estas nuevas herramientas y utilizarlas de manera efectiva. Además, es importante considerar las implicaciones éticas y sociales de sustituir el juicio humano por decisiones automatizadas, y cómo esto afecta la percepción de justicia y equidad en la sociedad.
En conclusión, la justicia artificial es una realidad que nos invita a repensar cómo entendemos y practicamos la impartición de justicia. Si bien presenta desafíos significativos, también ofrece oportunidades para construir un sistema más eficiente, accesible y justo. México tiene la oportunidad de adelantarse y prepararse para este futuro, siempre y cuando aborde con seriedad y responsabilidad las implicaciones que conlleva. Es momento de abrir el diálogo, fomentar la innovación y, sobre todo, garantizar que cualquier avance tecnológico esté al servicio de la sociedad y la justicia.
Esta reflexión busca iniciar una conversación sobre el papel de la inteligencia artificial en la justicia mexicana, inspirada en ejemplos internacionales y considerando nuestras propias realidades y necesidades. Es fundamental que, como sociedad, nos preguntemos cómo queremos que sea nuestro sistema judicial en el futuro y qué papel estamos dispuestos a permitir que la tecnología juegue en él. Solo a través de un debate abierto y participativo podremos encontrar soluciones que respeten nuestros valores y principios fundamentales, al tiempo que aprovechan las ventajas que la innovación tecnológica puede ofrecer.
Sí, sé que todo lo anterior suena imposible, al igual que sonaba hace seis años la posibilidad de tener que salir a votar por miles o cientos de juzgadores, o tener jueces sin rostro. Nos leemos la próxima semana. Mientras tanto, te espero en X (antes Twitter) como @enrique_pons.