EFE.- Cuando el papa Benedicto XVI, que hoy falleció a los 95 años, anunció su histórica renuncia en febrero de 2013 marcando un precedente sin igual en la historia reciente de la Iglesia, surgió la inquietud de saber cómo sería la vida de la misma con dos papas.
El papa Francisco lo explicó a su modo: “Es como tener al abuelo en casa”, aunque la realidad no fue tan idílica.
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Lo que era una inédita situación en la Iglesia con multitud de interrogantes se convirtió en una convivencia discreta y amistosa, pero con el tiempo surgieron los problemas de la presencia de dos “voces” que representaban a las dos Iglesias, la conservadora de Ratzinger y la reformista de Bergoglio.
Y es que a Celestino V, quien también renunció en 1294, le confinaron en el castillo de Fumone (en las afueras de Roma) ante el temor que alguien pudiera contactar con él o reconocerle como pontífice.
Ratzinger permaneció hasta el final de sus días apartado en el monasterio Mater Ecclesiae, dentro de los muros leoninos, si bien no siempre mantuvo el silencio que prometió tras su histórica renuncia en febrero de 2013.
Además, la falta de una normativa sobre la figura del papa emérito ha complicado esta convivencia y lo hará también ahora con la muerte de Ratzinger, ya que no se conoce cómo, por ejemplo, será su funeral, quien lo oficiará o si se invitarán a los Jefes de Estado o será algo privado.
Al cumplirse un año de la renuncia del pontífice alemán, el que fuera su portavoz, Federico Lombardi, destacó la “solidaridad espiritual” entre los papas Francisco y Benedicto XVI y que en ningún momento hubo temores sobre la situación que se creó porque “el papado es servicio y no poder”.
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Lombardi revelaba entonces que ambos habían tenido varios encuentros y que “uno ha ido a casa del otro y viceversa”, además de mantenerse en contacto a través del teléfono o mediante mensajes.
Algunos de estos encuentros fueron publicados y otros no, pero Francisco estuvo en contacto con Benedicto XVI hasta el final de sus días y le visitó en su cabezal cuando ya estaba muy enfermo. No faltó nunca su visita por el cumpleaños o para felicitarle la Navidad.
Recientemente, se supo que minutos después de la elección del papa argentino, el 13 de marzo de 2013, el emérito le prometió “total obediencia” en una conversación telefónica.
“Le pasé el teléfono a Benedicto y escuché que decía: ‘Santidad, desde este momento, prometo mi total obediencia y mi oración’. Son momentos que no puedo olvidar”, explicó uno de los secretarios del papa alemán, Alfred Xuereb.
Pero poco a poco la situación fue cambiando, y paradójicamente, las intervenciones del papa emérito, que había mantenido su silencio y su decisión de permanecer “escondido del mundo”, fueron cada vez más numerosas.
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En abril de 2019, después de la histórica cumbre en el Vaticano para acabar con los abusos sexuales por parte del clero, Benedicto XVI rompió de nuevo su silencio publicando en una revista alemana, y adelantado por algunos medios de información religiosa de orientación conservadora, su visión sobre el tema.
En concreto, vinculaba estos escándalos a un supuesto colapso moral de las sociedades contemporáneas, sobre todo desde la década de 1960, cuando “los estándares vinculantes hasta entonces respecto a la sexualidad colapsaron completamente”, escribía y apuntaba directamente a la revolución de Mayo del 1968.
Surgían así, de nuevo, las acusaciones de que Ratzinger era fácilmente manipulado por el área más conservadora de la Iglesia y enfrentada a Francisco.
Otra de las bombas que cayó en el Vaticano fue en enero de 2020, cuando se anunció un nuevo libro firmado por Benedicto XVI y el cardenal Robert Sarah, uno de los principales líderes de la facción conservadora que critica cada movimiento de Francisco.
El volumen, publicado en francés por Fayard y titulado “Desde lo más profundo de nuestros corazones” estará en las librerías el 15 de enero de 2023, posteriormente se publicará en inglés y defiende sobre todo el celibato sacerdotal a raíz del Sínodo sobre la Amazonía donde los obispos presentes aprobaron la propuesta de ordenar a hombres casados en las zonas más remotas.
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Al final, Sarah dio marcha atrás y anunció que “considerando las controversias que han provocado la publicación del libro” él quedaría como el autor y figuraría la contribución de Benedicto XVI.
Sin embargo, muchos analizaron en este movimiento del cardenal otro intento más del ala conservadora de usar al emérito para desgastar a Francisco.
De nuevo se planteó el evidente problema de definir la institución del papa emérito y de cómo y dónde se tienen que publicar sus escritos, algo que Francisco aún no ha abordado.
Lo que dejó claro la presencia de los dos papas, fue la existencia de una Iglesia cada vez más dividida en dos bandos.