Tras la caída del régimen de Bashar al Assad, cientos de sirios se dirigieron a la secreta prisión de Saydnaya, un lugar conocido como "el matadero humano", para buscar a sus seres queridos que desaparecieron hace años e incluso décadas.
La extensa prisión a las afueras de Damasco estaba gestionada por la Policía Militar y su fama llegó al ser relacionada con el uso de tortura y fuerza excesiva tras un motín de detenidos en 2008; Amnistía Internacional estimó que había entre 10 mil y 20 mil presos, “de todos los sectores de la sociedad” en 2017.
Desde el comienzo de la guerra civil en Siria, hace 13 años, Saydnaya se convirtió en el destino final de opositores pacíficos a las autoridades como de militares sospechosos de oponerse al régimen de al Assad.
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Se estima que 150 mil personas fueron detenidas o desaparecieron en Siria desde 2011, y se cree que decenas de miles de ellas pasaron por Saydnaya.
La tortura en las prisiones de Siria es sistemática, dicen grupos de derechos humanos, denunciantes y exdetenidos. Se han reportado ejecuciones secretas en más de dos docenas de instalaciones dirigidas por la inteligencia siria, así como en otros sitios.
En 2013, un desertor militar sirio, conocido como “César”, sacó de contrabando más de 53 mil fotografías que, según grupos de derechos humanos, mostraban evidencia clara de tortura, pero también enfermedades y hambre en las instalaciones penitenciarias de Siria.
Decenas de muertos
Después de tres días de que los insurgentes derrocaran al régimen y que cientos de sirios llegaran a Saydnaya para liberar a los presos, se encontraron entre 40 y 50 cadáveres, de los cuales "la mayoría de los cuerpos eran de ejecuciones recientes", dijo el director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
El activista sirio Mazen al Hamada, símbolo de la brutalidad del régimen de Bachar al Asad y que estaba desaparecido desde 2020, cuando fue detenido por fuerzas gubernamentales, fue localizado entre los muertos.
Al Hamad participó en concentraciones a favor de la democracia desde los primeros días de las protestas antigubernamentales en marzo de 2011; un año después fue detenido por intentar introducir de contrabando en leche materna en un suburbio bloqueado en Damasco.
Durante casi dos años fue torturado y después liberado; cuando se convirtió en objetivo del grupo terrorista del Estado Islámico (EI) huyó de Siria y llegó a Países Bajos en 2014, trabajó para llamar la atención sobre los horrores del sistema penitenciario sirio.
Miles de desaparecidos
“La gente esperaba encontrar a muchos más aquí... Se aferran al más mínimo atisbo de esperanza”, dijo Ghayath Abu al-Dahab, un portavoz de los cascos blancos, un grupo de búsqueda y rescate que operaba en áreas controladas por los rebeldes durante la guerra.
Los funcionarios de defensa civil que ayudaban en la búsqueda estaban confundidos sobre por qué no se encontraban más reclusos. Parecía que el penal había tenido menos personas retenidas en las últimas semanas, dijeron.
Con mazos, palas y taladros, hombres han perforado agujeros en los suelos y paredes, buscando lo que creían que eran mazmorras secretas, o siguiendo sonidos que creían haber oído desde el subsuelo. No han encontrado nada.
Miles de los detenidos fueron asesinados en frecuentes ejecuciones masivas, informó Amnistía, que citó testimonios de prisioneros liberados y funcionarios de Saydnaya.
Los prisioneros eran sometidos a torturas constantes, duras golpizas y violaciones. Casi a diario, los guardias hacían rondas por las celdas para recoger los cuerpos de los reclusos que habían muerto durante la noche por lesiones, enfermedades o inanición. Algunos presos se hundieron en la psicosis y se dejaron morir de hambre, dijo el grupo de derechos humanos.
Con información de EFE y AP