Por Cecilia Reynoso
Por décadas, la Tarahumara ha sido un territorio con alta presencia de grupos delictivos. En gran parte de la sierra, ellos son la autoridad sin que los gobiernos local, estatal y federal tomen acciones efectivas para evitar su dominio.
Los desplazamientos forzados y las amenazas en contra de los habitantes de la sierra siguen presentes. Ya no es sólo el tráfico y la producción de droga en la montaña, hay otro activo que provoca violencia y la actuación criminal: la madera.
En la Tarahumara ni las sotanas ni el trabajo en beneficio de la comunidad sirven de blindaje para salvarse de la violencia. A casi tres meses del asesinato de dos sacerdotes jesuitas y dos laicos en la comunidad de Cerocahui, las condiciones de inseguridad persisten y la ausencia del Estado permanece.
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