EFE.- El noveno festejo del ciclo de novilladas en la Monumental Plaza de Toros México finalizó sin orejas para los mexicanos Emilio Ricaud, Jaime Navarrete y Mario Rangel.
Las reses de Palma del Río resultaron de desigual juego y presentación. En general con poca casta y menos fuerza.
Esta fue la última fecha de un serial de novilladas en la Plaza México, antes de las dos corridas de triunfadores, que tras los nueve encierros deja una certeza.
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No será fácil elegir a los seis merecedores de tener una nueva oportunidad más allá de Luz Elena Martínez y Manolo González, por méritos propios, y César Ruiz y Bruno Aloi, por números y opinión general.
Esta vez repitió Emilio Ricaud y no mostró argumentos para semejante recompensa. Pecó de prevenido ante el cada vez más escaso de viaje Palma del Río, alargando el de luces su actuación innecesariamente.
Al cuarto de la tarde Ricaud pretendió someterlo macheteando. El novillo fue más encastado de la corrida. El único que se fijó en el peto y mantuvo la quijada reunida durante la lidia.
Se asilvestró el bovino por la falta de mando del diestro quien no logró ni realizar un pase. Un aviso para Ricaud y silencio para ambos.
Jaime Navarrete enfrentó un segundo de la tarde de poco brío. Optó por meter en la muleta al astado con el brazo, no con sitio. Lo pagó con volteretas que la débil sangre y mutadas defensas del animal convirtieron en anécdotas.
Desarrolló menos el toro por el pitón izquierdo, entonces el joven pudo aprovechar su aliviada propuesta. Mal anduvo Jaime también con los aceros. Se fue la bestia aplaudida sin motivos.
No tuvo muchas opciones Navarrete con otro cárdeno que trotaba exhausto y agónicamente se defendía. Prendió al espada sin consecuencias. Terminó con aviso y descabello.
El tercero de la tarde fue el primer ejemplar pitado por su pobre presentación en nueve novilladas. Además resultó descastado.
Mario Rangel atinó en ayudarse del acero con la izquierda y pudo dejar algún pase de temple. Mató tras varios intentos.
Finalizó con un negro de buenas hechuras, pero, como el resto del encierro, de casta dudosa y fuerzas justas. Lo templó de inicio gracias a la necesaria decisión de mandar de salida en la fase de muleta.
Ahí quedó su actuación, en una serie con pausa, pero sin quietud con el parado cierra plaza. Escuchó dos avisos que sirvieron de colofón de una olvidable novillada.